JUPITER & OKWESS

Narrar la biografía, la historia del destartalado Jupiter Bokondji es una tarea harto complicada. Aunque vital y súper interesante ¡hasta existe un documental dedicado a él! (“Jupiter’s Dance”). El caso es que el desacomplejado congoleño regresa en este 2021 con nuevo LP junto a la banda Okwess: “Na Kozonga” (Me vuelvo a casa) en Zamora label donde ya publicaron “Kin Sonic” disco cuya portada es nada menos que obra de Robert del Naja, aka 3D de Massive Attack, y donde participó Warren Ellis, violinista de Nick Cave.

El álbum “Na Kozonga” saldrá publicado el 23 de abril. Varios singles ya vieron la luz, como por ejemplo el propio “Na Kozonga” que presta título al disco y fue #1 en España de escuchas en Spotify. No en vano es una canción muy pegadiza que ‘funkiliza’ la melodía de aquel mítico “Gotta Go Home” de Boney M (cover a su vez del Nighttrain “Hallo Bimmelbahn”, de 1979).

Abajo mucha más chicha. Antes de que sigas leyendo / viendo / escuchando, decir que el próximo (y último) single en salir antes del LP será “Bolenge Seben” el 12 de marzo.

“Na Kozonga” en Spotify 
*con todos los singles publicados hasta la fecha, 6 incluidos “You Sold Me A Dream” con Ana Tijoux y “Bakunda Ulu” con Maiya Sykes. 

JUPITER & OKWESS: UN VASTO UNIVERSO QUE NO ENTIENDE DE FRONTERAS.

Vídeo-clip para el tema “Na Kozonga”

(foto de Florent de la Tullaye)

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Na Kozonga (Me vuelvo a casa). Ese es el deseo de Jupiter, a la vez que el título para su tercer álbum. Desde el lanzamiento de Hotel Univers, y de Kin Sonic, el “General Rebelde” y su banda Okwess han viajado por el mundo para que su sonido sea escuchado a los cuatro vientos: el sonido más rockero que jamás ha salido del Congo. El extenso país, escandalosamente rico en términos geológicos y musicales, posee una inagotable reserva natural de ritmos y sonidos. De todos ellos tiran Jupiter & Okwess generando pura energía para los pies y alimento (okwess) para el alma. Todo bajo la enérgica dirección del director de la banda, cuya silueta alargada y palabras evocadoras hacen palidecer de envidia a las esculturas de Giacometti. Y, quien lo hubiese imaginado, este fantástico elenco sólo tiene un deseo: regresar al Congo. Pues es en Kinshasa donde Jupiter encontró su inspiración y tuvo su momento de revelación cuando aún era joven.

Volvamos al tramo final de los años setenta. Jupiter acababa de regresar de una larga estancia en Berlín Este, donde su padre fue diplomático. Allí cruzaba el famoso muro cada mañana y tarde para ir a clases en el Berlín Oeste. Desde entonces se burlaba de las fronteras, y amaba escuchar James Brown y a los Jackson Five. O incluso, esto cuando su padre subía el volumen, los éxitos de Claude Francois. Lo ecléctico nunca le ha asustado. Fue en el lado Oriental de la Cortina de Hierro donde formó su primera banda: die Neger (los Negros). Neger fue una de las primeras palabras alemanas que aprendió, gracias a las personas que le apuntaban cuando pasaba por la calle. Reclutó sus propios “negros” de entre los hijos de otros diplomáticos –belgas, camboyanos, gaboneses, españoles– y tocaban por diversión, con instrumentos hechos por ellos mismos. Una cosa que ya sabían: el mundo nos pertenece a todos. De esa creencia vendrá la canción “The World is My Land”, de su primer álbum, casi treinta años después. Pero no nos anticipemos todavía.

A los 17 años, Jupiter regresó a Kinshasa. En ese baño de vapor saturado de sonido lo cautivó la infinidad de estilos de música tradicional de una capital donde todas las etnias del Congo están representadas (“No eran menos de 450”, él mismo confesó). Un tesoro oculto al cual las estrellas del pop congoleño no le estaban prestando mucha atención, dedicados en cambio a los ritmos dominantes de la rumba congolesa. Pero en esos otros ritmos recónditos, llevados a la ciudad desde pueblos distantes, Jupiter encontró una extraña afinidad con estilos musicales occidentales que había descubierto durante su estancia en Alemania, pero en su estado crudo, como si el rock, soul, funk, todos tuvieran una raíz en común, una fuente común: el Congo.

Su abuela, una curandera que lo llevaba en la espalda durante ceremonias cuando él era pequeño, le heredó un tambor: él lo comenzaría a tocar asiduamente, en varios funerales, reuniones donde, en África, la música siempre es la primera en ser invitada. Luego armó sus primeras bandas de música y, lento pero seguro, forjó su propia identidad. Una bastante singular: un sonido único diferente al resto que estaba surgiendo en un país donde los reyes de la rumba aplastan a cualquier competencia bajo de sus pies. Le tomó tiempo imponer su sonido, pero Jupiter creía en él con una convicción de hierro. Entonces, conoció a los cineastas Florent de la Tullaye y Renaud Barret, quienes le dedicaron un magnífico documental, titulado Jupiter’s Dance. Fue durante el rodaje del largometraje que Jupiter y Okwess hicieron sus primeras grabaciones con el guitarrista francés Yarol Poupaud.

Un tiempo después, vemos la larga silueta de Jupiter paseando por los escenarios de Francia. Y por primera vez -bajo la dirección del ya difunto Marc-Antoine Moreau- sacó su primer álbum Hotel Univers. Su estrella comenzó a brillar, aún más cuando Damon Albarn, la mente maestra detrás de Blur y Gorillaz, desembarca en Kinshasa con los artistas que había invitado a su proyecto Africa Express. En ese momento inusual, Robert del Naja, aka 3D de Massive Attack, conoce a la banda y pide hacer el remix de la canción “Congo” para su serie Battle Box. Poco después, se ofrece para diseñar el arte del álbum Kin Sonic y Damon Albarn invita a Jupiter y Okwess a participar en su álbum Kinshasa One Two, esto antes de subirse juntos al tren que atravesó toda  Inglaterra en el tour Africa Express. Entre los festivales internacionales y París, se encontrarían con Warren Ellis, el violinista genial de Nick Cave, quien participó en el álbum Kin Sonic. Sin muestras de cansancio, Jupiter y Okwess abrirían todos los conciertos de Blur. Desde Inglaterra hasta México, pasando por Japón, Nueva Zelanda y Francia. Espectáculos explosivos que dejaron tras de ellos una estela de increíbles recuerdos, y desde entonces no han dejado de estar de gira por el mundo, ¡mareante!

SOBRE EL NUEVO ÁLBUM.

El nuevo álbum Na Kozonga es el fruto de todos esos viajes, está marcado por ellos. En él encontramos la fabulosa sección de metales de la Preservation Hall Jazz Band –a quienes conocieron en una actuación en los márgenes del New Orleans Jazz Festival–, encontramos al pionero del rap brasileño Marcelo D2 y a la cantante estadounidense Maiya Sykes, cuya voz plagada de sentimiento recuerda a Alicia Keys. Hay muchos encuentros que encauzan a Na Kozonga hacia las costas norteamericanas. En ella aún se respira la historia oscura de la esclavitud, tiempos que sin embargo vieron nacer una música brillante. Juzgando por las recepciones delirantes que han tenido sus conciertos en México, Colombia o Brasil, Jupiter ya está casi adoptado por América Latina. Y fue en la ciudad más “latina” de Estados Unidos donde se grabó Na Kozonga, en los estudios de Mario Caldato, productor más conocido por trabajar con proyectos de hip-hop, pero quien sabe –como buen brasileño– cómo balancear los ritmos sofisticados y respetar la energía de Okwess, una energía que se ha convertido en algo incandescente después de tantos años de conciertos. Francois Gouverneur, co-productor del álbum, ha sido cuidadoso en salvaguardar este equilibrio con una mezcla de sonidos que abarca tantas palabras positivas (“Podemos hacerlo mejor”), como reflexiones sobre la complejidad de la colonización (“Me vendiste un sueño”, con la cantante chilena militante Ana Tijoux) y fábulas de la jungla urbana (“Jim Kata”) o las del mismo bosque (“Izabella”). Desde esta furiosa abundancia de sonido y ritmo, con sus guitarras explosivas, hay momentos suaves en que la voz de Jupiter se vuelve íntima, consoladora. Como cuando lamenta a amigos fallecidos (“Marco”, un homenaje al manager de Jupiter, Marc-Antoine Moreau, quien murió en 2017), o cuando toca una samba lenta (“Sava Sarava” junto con el carioca Rogê) que se entrelaza maravillosamente con los coros delicados de una rumba congolesa. Receptivo a cada viento, cada viaje, y a los músicos de Okwess que han escrito y compuesto algunas de las canciones, Na Kozonga lleva todas las señas de Jupiter y lo mejor que tiene (“mi huella digital”, como a él le gusta llamarlo). Para todos aquellos que temen que su identidad se pueda perder cuando las cosas se mezclan, él demuestra que la verdad es precisamente lo opuesto. No sorprende, en realidad, aunque te encuentras en casa y en cualquier rincón de este mundo.

En cuanto a la canción que le dio su nombre al álbum, hay un coro que sin duda recuerda a otra cosa. Fue una de las melodías que Jupiter solía escuchar en Alemania, en un disco de Boney M. De hecho, originalmente es alemana (“Night Train” de Hallo Bimmelbahn), pero aquí la vemos despuntar dentro de su nuevo traje congolés.

El rock ha regresado a su origen. Así como todos los seres humanos tienen ascendencia africana, también toda música tiene ancestros africanos. Jupiter está convencido de eso. De ahí viene la idea del regreso a casa. Na Kozonga.

Singles & vídeos extraídos del nuevo álbum 


Actuaciones para TV / plataformas online muy conocidas 


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